"Terminé de cursar Medicina en 2009. Me faltaba una materia y dije: 'Después de rendir quiero hacer un viaje'. Siempre me gustó el Caribe, y una mañana me desperté y dije: 'Quiero conocerlo a Gabo'. Yo quiero ser escritora y él es mi inspiración", explicó determinada Ingrid en una charla con .
Pero no quedó en un simple anhelo: "Lo publiqué en mi blog y me escribió Fernando Jaramillo, un fanático de Gabo", contó Ingrid. Ese nombre sería clave meses más tarde, pero en el momento se presentó como una persona que le proporcionaría la dirección de la casa de García Márquez en el Distrito Federal de México.
Enseguida, Ingrid se puso en contacto con una serie de periodistas que entrevistaron alguna vez al escritor en su hogar hasta que uno le confirmó el dato. Después de casi un año de investigación, la chica rindió su última materia y se lanzó en un viaje que incluyó la Colombia natal de García Márquez pero también Venezuela, Costa Rica, Nicaragua y México.
La travesía fue digna de ser contada, cosa que Ingrid hizo a través de su blog 90 días x el Caribe. Sin embargo, el relato se detiene al día 72, y la explicación es bien simple: la viajera logró su cometido, aunque tuvo que pagar un precio bastante alto . Días antes de conocer al escritor, Ingrid fue víctima de un robo en Managua, la capital de Nicaragua.
En el episodio le sacaron la notebook, cámara de fotos y otros objetos de valor. "Me dejaron con desconfianza hacia la gente y me faltaba un mes de viaje", recordó Ingrid. Apenas pudo llegar a un hotel y conectarse a Internet, les contó lo del robo a las personas que venían siguiendo su travesía, y resolvió volver a la Argentina en el primer vuelo disponible.
Pero Jaramillo respondió su mensaje: "Este viaje no se termina", le aseguró el hombre al entregarle el teléfono de la casa de García Márquez. Todavía sorprendida del giro que había dado su suerte, Ingrid llamó y una colaboradora le pasó directamente con la mujer del escritor, Mercedes.
"Le cuento todo y le digo: 'Si me das una luz verde, si usted me da una ilusión de que lo puedo conocer, sigo. Sino me vuelvo'", confesó Ingrid, llorando en el teléfono con la gran compañera de Gabo. Todo lo que la mujer contestó fue “El viaje no se termina”, y que le daría una respuesta definitiva diez minutos más tarde.
El veredicto fue que Ingrid llamara a la casa cuando llegara a México. Volver a Santa Fe estaba fuera de la cuestión. Durante todo su viaje, pagó su travesía en colectivo o velero con la plata que iba juntando haciendo changas en cada país al que llegaba, pero esta vez agilizó todo y se tomó el primer avión a la capital azteca.
Al llegar a la residencia, Ingrid esperó a que apareciera el escritor, que estaba cómodamente sentado en su cocina terminando el almuerzo. "Lo vi y me quedé esperando a que se acercara. Me agarró las dos manos y me dio un beso en cada mejilla", contó Ingrid, a quien Gabo la recibió con un "¿Y a esta preciosura de dónde la sacaron?" al que ella contestó con un tímido "¿Cómo anda, don Gabriel?", a sabiendas de la fama de seductor del colombiano.
"Yendo y viniendo, yendo y viniendo…", confesó García Márquez, como un abuelo que charla con su nieta. Y así se sintió Ingrid. "Fue como me lo imaginé. No le pregunté nada que pudiera leer en libros o revistas. Quería pasar un rato con él, pero no con el artista", explicó.
Tan bien le fue con su objetivo, que Ingrid llegó a conocer a fondo la historia del escritor, y hasta hizo un tour de lujo por Aracataca, la localidad colombiana que Gabo describió a la perfección en "100 años de soledad"
"Al llegar me largué a llorar. Era tal cual como en '100 años...', con las mujeres bañando a los chicos con jabón en el río. Me emocioné y me tiré al agua", recordó Ingrid. Después iría a Cartagena, el escenario de "De amor y otros demonios", un libro que de hecho empezó a leer cuando estaba en esa ciudad. "Sentía que los personajes me pasaban por al lado", recordó.
Finalmente en D.F., Ingrid estrechó las manos de García Márquez, se sentó en el living de su casa y charlaron durante dos horas y media. Ella aprovechó para entregarle el cuadro pintado por su papá y le regaló a Mercedes un collar de macramé hecho con sus propias manos, y él le firmó ejemplares de sus libros para que atesore.
Al despedirse, la chica quiso poner en palabras su admiración por Gabo, pero no hubo caso. El la detuvo en seco para evitar que alguien ose alimentar su ego: "Que sino después no me aguanta nadie. Nos conocimos, ahora somos amigos, puedes venir cuando quieras. No te pierdas, vuelve pronto", le retrucó.
"Para ser grande no hace falta se agrandado", resumió Ingrid, al final de una anécdota de vacaciones que nunca olvidará.
Minuto-
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