La costa uruguaya comenzó con fuerza la temporada estival y el “show off” está en su máximo momento. Suceso que solo se veía hace unas décadas, donde todos elegían las arenas esteñas para descansar y mostrarse más de la cuenta, Punta del Este augura una de las más importantes convocatorias.
Desde que Mirtha Legrand y Amalita Fortabat impusieron que “estar en Punta, es estar de moda” este fenómeno esteño brillaba por su ausencia hasta ahora.
La consigna sigue siendo pertenecer y todo lo demás no importa. En la Saint Tropez de Sudamérica se conjugan estilos tan contrastantes, que mientras Moria Casán recibe en su restaurant hot de La Barra, “Diva”, en José Ignacio el segundo vástago de Carolina de Mónaco, Pierre Casiraghi, surfea las olas del tradicional pueblo de pescadores.
Políticos, empresarios, millonarios, príncipes sauditas, modelos y personajes de los más diversos deambulan por las playas de la Mansa y la Brava sin descanso. Incluso fuera del agua los tiburones acechan a sus presas.
El escualo blanco más famoso es sin dudas Marcelo Tinelli. El conductor de día juega al futbol en su chacra “La Bollita” y al ponerse el sol, a bordo de su Jaguar aterriza en la disco Tequila. Solo, y en la penumbra de la ruta 10, Marcelo acecha a sus próximas víctimas. Claro que no se trata de peces, sino más bien de esbeltas jovencitas casaderas que anhelan ser la nueva Paula Robles. Chicas, cuidado, no se apresuren que Marce ya que dos de sus alfiles lo vigilan de cerca. El numero uno de la TV argentina nunca se separa de sus dos niñas, Micaela y Candelaria, quienes acompañan a papá cada soirée en la famosa disco y en su sector VIP, por supuesto. Como si se tratase de amigos del secundario, el clan Tinelli comparte música, baile y champagne hasta el amanecer.
Quien no se queda atrás es la rubia más popular de nuestro país, Susana Giménez. La animadora, recluida en su chacra “La Mary”, solo pisa el mundanal ruido por la noche y en compañía de su íntima amiga, Celia Sofovich. “Sú” come en los mejores lugares y hasta lleva su propio vino, en caso de que falte esa cosecha en los coquetos restós de Punta del Este.
Como barrilete sin piolín, Karina Olga, pulula por cuanto festejo se entera, y al ser acosada por los caballeros la respuesta de la carismática Jelinek es “¡Ay malo!, déjame ir”…
Mirame y no me toques es el código del after beach donde las adolescentes abordan a los muchachos sin prejuicios y luego los botan cual envase descartable de vodka. Que por cierto es la bebida del verano junto a las caipirinhas y caipiroshkas. El exceso también se refleja en el alcohol y en ocasiones las consecuencias son lamentables. Desde que el 2011 asomó sus horas, dos víctimas fatales se cuentan en el reducto top del verano en el cono sur.
Una de las redundancias este año es también el cotizado precinto. Llave para todas las fiestas más chic de Punta. Desde el fracasado evento de Lacoste en “La Huella” hasta la esperada nuit tailandesa de Chandon, quien no posea brazalete está totalmente out. Ni reclamos, ni gritos, ni vallas, ni amenazas surten efecto ante las negativas de los oscos hombres de seguridad, quienes tienen prohibido incluso mantener las formas y los buenos modales con los ignotos que derraman hasta lágrimas para ingresar a un evento estas características.
Atrás quedaron las viandas y los picnics playeros, las sombrillas y las lonas. Eso fue. Hoy gastar es la idea. Ridículos los precios, por ejemplo alquilar una reposera o un camastro en el parador “Bikini” oscila entre los 80 dólares y los 1500 billetes de la moneda americana por un día de comodidad sin arena en las piernas, espalda y en el pelo. Claro que los que sólo acceden a estos lujos son nuestros hermanos brasileños.
Punta del Este en breve llevara los colores de la bandera de los cariocas puesto que el ochenta por ciento de ocupación en el mes de enero proviene de la línea del Amazonas. Ellas, las más excitantes, exuberantes y carismáticas del estivo. Relegadas y en tercer plano las clásicas argentinas con sus túnicas desabridas, los pelos al viento y las sandalias marroquíes están pasadas de moda. Brillos, lentejuelas, tacos para la tarde y rajantes minifaldas son los atuendos de las garotas que no descansan la vista de quienes observamos con atención las propuestas de este atípico verano puntaesteño.
Si tiene intenciones de cruzar el charco tenga en cuenta que el cambio, peso uruguayo dólar, es veinte contra uno, y que si su mujer está pensando en aquellas vacaciones merecidas y algo desabridas, Punta del Este no es el lugar. Hay que estar bien armado para este desafío en el que ser parte de, de no se sabe que, es la premisa fundamental
Por Roberto Funes Ugarte
Columnista de C5N
Enviado especial a Punta del Este
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